martes, 3 de abril de 2012

Gorda y libre en el mar

De pronto te das cuenta que has postergado tu vida por los demás, no por el bien de los otros, sino por los prejuicios que son suyos y propios. Es común que las chicas gordas juguemos a ser las rudas y es que este rol es en parte socialmente impuesto y parte volitivamente adoptado. Se nos convierte en las mujeres que lesbianas o no, son masculinas y kilométricamente distantes a lo estereotipadamente femenino. 

 Llega el verano y las tiendas están repletas de mujeres en bikini con sus sonrisas perfectas y sus vientres planos, en la televisión la publicidad de la chica que quiere usar su bikini pero por 200 gramos que tiene de más no lo hace a menos que coma cereal por 15 días. Así, la conquista por aceptar tu cuerpo –aquí y ahora- se vuelve misión imposible e incluso pareciera que el mundo entero conspira en tu contra, entonces decides odiar el verano, decir que la playa nunca te ha gustado, que la arena es molesta y sol quema tanto que prefieres quedarte en casa o ir por un café en vacaciones, algo tranquilo: “Soy una chica tranquila, no me gusta la playa ni el barullo de los turistas”.

 Crecí en un puerto, así que no nada más eran los veranos sino el año completo los que me ponían nerviosa en cuanto a temas de playa y calor se tratara. Comenzar a salir con los amigos cuando en la secundaria o en la preparatoria lo único gratis que se podía hacer era ir a la playa y comenzar a vivir, decidía declinar toda invitación diciendo que a pesar de vivir en puerto, la playa solo me gustaba para ver atardeceres, por dentro pensaba: “Cuando adelgace, iré”. Lo cierto es que a pesar de dietas y fases con desórdenes alimenticios no adelgacé, luego me cambié de mi ciudad natal a una sin mar y los temas de verano junto del miedo a mostrar si quiera mis brazos gordos venían a cuento solo por los periodos vacacionales, era más fácil declinar y hacer como que la primavera y sol poco me importaban. 

 Fue en unas vacaciones de semana santa cuando volví al mar que me bañó de niña –cuando los prejuicios y temores no era concebidos- entonces me di cuenta que el mar no solo me gustaba para mirarlo, hacía un calor del demonio y yo iba caminando después de hacer algunos mandados de la zona hotelera hasta mi casa, a mi lado derecho brillaba el mar como el tesoro perdido de los incas, y yo enfundada en una falda larga de mezclilla sentía que desfallecía, sin más, me crucé la arena y entré al mar, con todo y ropa, casi con sandalias si no fuera porque en el camino las perdí en la arena. 


 Estábamos solamente yo y el mar, abrazada por el agua salada, sintiéndome libre, ahí, abierta y flotando con toda mi ropa puesta, me di cuenta que tenía más de tres años sin entrar al mar y no encontré respuesta lógica para el porqué no lo había hecho antes. La falda de mezclilla, naturalmente se volvió sumamente pesada y tuve que quitármela, fue ahí cuando mi libertad se ensanchó y los prejuicios se volaron más allá de donde el sol se pone. Salir del mar y ponerme de nuevo la ropa totalmente mojada fue una escena más cómica que las de Chaplin en el circo, pero eso es otra historia que por hoy omitiré.

Quizá pierdas kilos o ganes más, lo cierto es que aquí y ahora eres lo que eres y tienes dos opciones quedarte viendo atardeceres cubierta por tus complejos o mandar todo al carajo y brillar junto del mar.

Tienes derecho a ser feliz y divertirte con las cosas sencillas que la vida te da, tienes derecho a hacer topless y dejar que el sol te marque tirantes en lugar de la forma de una camiseta completa, hoy estás viva y es verano: vívelo. 

¡Felices vacaciones! 

Somos luz. Superxlwoman.

Imagen "Diving diva polka dots" Beth Carver

1 comentario:

  1. Eso es muy cierto, yo pasé toda mi adolescencia y unos añitos de mi juventud sin poder usar un escote, no hablemos siquiera de salir por miedo a que la gente me viera, demonios... tuve que vivir hasta los 24 años encerrada pensando que por tener el "pecado" de ser gorda mi vida tenía que ser triste y solitaria, cuando, una visita a una deliciosa playa (por cuestiones que luego te contaré) me hizo ver cuan equivocada estaba, y es por que en la escuela (soy diseñadora de modas) nunca NUNCA me enseñaron cuerpos como el mio, todo eran medidas extremadamente pequeñas, incluso me enseñaron a dibujar solo siluetas de chicas prácticamente anorexicas, jamás habia imaginado que en el mundo habia tantas otras como yo, asi que como nadie me conocia, me quité la ropa de mas y solo en un pequeño short y una blusa pequeña me metí al mar, y fue lo mejor que pude haber hecho en la vida... ahora se que no importa la talla, si no como nos sentimos... SI NO VIVIMOS ES PORQUE NO QUEREMOS VIVIR

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